El lenguaje del cuerpo, principal fuente de información.
Sin lugar a dudas, resultaría muy difícil encontrar a alguien que jamás haya tenido que incluir un emoticón en un e-mail para matizar una determinada frase. La respuesta a esta situación habría que buscarla en las teorías de Albert Mehrabian(1939- ), profesor emérito de la Universidad de California, cuyos estudios demuestran que tan sólo el 7% de la información que se comunica procede de las palabras. El 38% está ligado a la voz, mientras que el 55%, viene dado por el lenguaje corporal. Por lo tanto, expresado en otros términos, el 93% de la información que se transmite depende exclusivamente de la comunicación no verbal.
Los datos referidos evidencian la importancia de cuidar al máximo todos aquellos aspectos ajenos al lenguaje sintáctico que intervienen en los procesos comunicativos. Esta circunstancia adquiere la máxima relevancia en el marco empresarial, donde un sólo gesto inadecuado puede echar a perder una negociación minuciosamente preparada y argumentada.
Aunque ya en 1872 Charles Darwin realizó algunas aproximaciones respecto a la comunicación no verbal, las primeras investigaciones vieron la luz en la década de los años 40 y, sobre todo, de los 50. Todas ellas se articulan en torno a tres ámbitos de estudio:
1) La kinesia. Este concepto hace referencia al análisis de los movimientos corporales, centrándose en los siguientes ítems:
- a) La expresión facial
- b) Los gestos (ya sean voluntarios o involuntarios).
- c) La mirada (dirección de los ojos, frecuencia del contacto visual, dilatación pupilar, etc.).
- d) La postura corporal.
- e) La sonrisa (principal transmisor de empatía).
2) El paralenguaje (o paralingüística). Es la disciplina que incide en aquellas variables no sintácticas que condicionan el significado de las palabras. Son las siguientes:
- a) El ritmo (o grado de fluidez verbal del discurso).
- b) El tono (factor que revela la intencionalidad emocional del emisor).
- c) El volumen (alude a la intensidad de la voz y, por consiguiente, a la actitud del hablante hacia su interlocutor).
Estos tres puntos, no obstante, no sólo se ocupan de analizar los sonidos, sino también los silencios, ya que éstos pueden llegar a albergar la misma carga semántica que los primeros.
3) La proxémica. Este término, acuñado en 1963 por el antropólogo estadounidense Edward T. Hall, se utiliza para designar las distancias físicas y mesurables que se establecen entre quienes participan en un proceso comunicativo concreto. La proxémica cuenta con dos áreas de interés fundamentales:
- a) Comportamiento territorial (relacionado con al espacio vital que toda persona trata de procurarse y de defender ante posibles adversarios o usurpadores).
- b) Espacio personal (es el entorno inmediato, y tiene que ver con la distancia que se establece entre dos o más personas, o bien con la presencia o ausencia de contacto físico entre los interlocutores).
Así pues, dado el innegable protagonismo que adquiere el lenguaje del cuerpo en el contexto comunicativo, resulta indispensable conocer los diferentes factores que en él intervienen. Desde el punto de vista del emisor, con el fin de evitar incongruencias entre sus palabras y los mensajes que transmite su lenguaje corporal y desde la perspectiva del receptor, con el fin de detectar las congruencias —o incongruencias— del mensaje, capaces de reforzar —o desmentir— el discurso que está recibiendo, esto es lo que en PNL se conoce como calibrar la comunicación.