Cuando un fallo es la clave del éxito
¿Por qué estigmatizar y ocultar una realidad tan cotidiana como la equivocación? ¿Por qué no aprender a encajarla con naturalidad? Y lo que es más importante: ¿por qué no contemplarla como una oportunidad única de aprendizaje, de mejora y de éxito? Actitudes como el temor al fracaso, la inseguridad o el sentimiento de culpa frustran el inmenso potencial de crecimiento y desarrollo —tanto en el terreno empresarial como en el ámbito personal— que siempre va asociado a cualquier fallo. O lo que es lo mismo: el error positivo.
A continuación un pequeño ejemplo: a finales del siglo XIX, en Berkshire (Estados Unidos), un empleado de una fábrica de papel olvidó recubrir con cola una partida de folios. A resultas de su error, el trabajador perdió su empleo, mientras que las hojas fueron consideradas inservibles y almacenadas. Sin embargo, el dueño de la compañía decidió utilizar uno de aquellos papeles para limpiar unas gotas de tinta. Su sorpresa fue mayúscula al constatar que el folio absorbía las manchas con una increíble rapidez. Consciente de lo que tenía entre manos, el empresario sacó aquellas hojas al mercado con un precio de venta superior al del producto habitual. De este modo, y a consecuencia de un fallo humano, el trabajador despedido había logrado dos éxitos incontestables: por un lado aumentar los beneficios de la empresa, y por otro, crear un material que acabaría siendo imprescindible en los despachos de la época: el papel secante.
El Error Positivo
Casos como éste ilustran cómo las imprecisiones y errores no sólo permiten detectar, evaluar y reconducir situaciones o decisiones inadecuadas, sino que incluso pueden convertirse en un factor de éxito. Todo Coach o directivo que aplica técnicas de Coaching conoce la importancia de analizar los resultados y comprobar si estos nos acercan o nos alejan del objetivo fijado, por tanto un error es tan solo un resultado, el cual hay que analizar y evaluar.
En este sentido, Rafael Galán y Javier Escudero, autores del libro «El error positivo: el fracaso como antesala del éxito», señalan en su obra dos posibles posturas ante el error: a) la negación, y b) la aceptación positiva del mismo. Ésta última, que será la que permitirá reconvertir el error en una situación propicia, implica un ejercicio de autocrítica que requerirá, en primer lugar, la aceptación de la equivocación y, finalmente, un análisis que ayudará a detectar sus causas y a adoptar medidas preventivas. Además, de ahí podrían surgir oportunidades que jamás se habrían producido de otro modo. En cambio, en palabras de ambos autores, no reconocer un fracaso comportará que éste vuelva a producirse, y con efectos aún más dramáticos si cabe.
A pesar de que el error va siempre ligado a la naturaleza humana y a su proceso de aprendizaje, no todas las culturas lo aceptan como algo habitual y normal. Así lo asegura el estudio El espíritu emprendedor: elemento esencial para afrontar la crisis económica española, publicado en 2009 por el Círculo de Empresarios. Según este informe, la sociedad española muestra una aversión al riesgo mucho mayor que la de otros países europeos, como consecuencia de la estigmatización del error por parte de la cultura propia. En este sentido, el texto advierte de que un «fracaso inicial es un primer paso hacia el éxito de la actividad emprendedora».
Esta misma actitud es compartida por el experto en creatividad inglés Ken Robinson, quien atribuye la extraordinaria inventiva de los niños y niñas a la ausencia de miedo ante los errores y fracasos.
Debemos tener cuidado de extraer de una experiencia solamente la sabiduría que contiene, y detenernos; no seamos como el gato que se sienta sobre la estufa caliente. Nunca volverá a sentarse sobre una estufa caliente (y eso está bien); pero tampoco volverá a sentarse sobre una fría.
Alexander Pope (1688-1744)